Los disparos mortales de la policía han copado los titulares de Estados Unidos en las últimas semanas. ¿Qué pasa realmente antes de que un agente dispare su arma?
Las circunstancias que condujeron a la muerte del adolescente Michael Brown en Ferguson, Misuri, el pasado 9 de agosto, todavía no están claras.
Si bien no hay dudas de que Brown fue baleado seis veces por el agente Darren Wilson, hay versiones contradictorias sobre las circunstancias que impulsaron a Wilson a apretar el gatillo.
¿Disparó de forma exagerada contra un Brown suplicante, que estaba desarmado? ¿O se defendió de un ataque violento por parte del joven de 18 años y 1,93m de altura?
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Reglas claras
Cuando se trata de agentes de policía en EE.UU. y el uso de sus armas de fuego, las reglas –sobre el papel- están muy claras.
“En definitiva se recurre a disparar el arma de fuego como última opción”, dice Jim Pasco, director ejecutivo de la organización National Fraternal Order of Police.
“Sólo utilizarás el arma en una situación en que sientas que tu vida o la vida de civiles en la zona están en peligro”.
En 1982, el Tribunal Supremo de EE.UU. falló que es ilegal disparar a criminales en huida. Así, los agentes sólo pueden justificar el disparo de sus armas contra civiles si temen por su vida o integridad física.
La llegada de los chalecos Kevlar –chalecos antibalas- y otras herramientas modernas de protección le permiten a los agentes trabajar con menos miedo por sus vidas que en el pasado.
Como resultado, el número de muertes a manos de la policía bajó un 70% en 36 años, dice Candace McCoy, profesora de justicia penal en el John Jay College de Nueva York.
Sólo un pequeño porcentaje de los 500.000 agentes de policía del país se involucran en tiroteos. La mayoría se retira sin haber disparado nunca su arma estando de servicio.
Aun así, añade McCoy, los agentes tienen 600 veces más probabilidades de matar a un ciudadano que un civil, y cerca de 400 personas mueren al año a manos de la policía.
Decisiones en cuestión de segundos
Si bien no hay un estándar nacional, las reglas y regulaciones estatales sobre el uso de la fuerza letal por parte de los policías responden a una pauta similar a lo ancho de todo el país.
Los agentes son entrenados en una combinación de ejercicios de fuerza y simulacros, y deben reciclarse regularmente sobre la seguridad de las armas de fuego.
Hay ejercicios, normas y clases. Pero en los segundos antes de apretar el gatillo, nada ocurre de forma ordenada.
"El agente no está revisando mentalmente una lista de las cosas que tiene que hacer", dice Pasco. "Llegados a ese punto tiene que tomar una decisión en un instante".
El momento en sí puede llegar horas después de una situación que se ha ido agravando o puede llegar sin previo aviso.
“Hay que reaccionar a las acciones de un sospechoso. Esta es la parte complicada”, señala Robert Todd Christensen, un instructor especializado en el uso de la fuerza en la academia de policía del Kalamazoo Valley Community College, en Michigan.
“Los policías siempre optan más por la defensa que por el ataque cuando se trata de la fuerza”.
En ese punto, el agente tiene que confiar en su formación y sus instintos al tiempo que intenta controlar sus emociones.
"Hay un subidón de adrenalina y existe el síndrome del instante”, dice McCoy. "El nivel de razonamiento no es el mismo que el de quienes estamos sentados ante un escritorio pensando de forma racional”.
El entrenamiento ayuda -agrega- pero no es perfecto.
Disparar a matar
Cuando los agentes de la fuerza del orden abren fuego, disparan a matar, una medida diseñada en parte para reducir el cruce de tiros.
"Se oye a personas bien intencionadas que hablan de ‘disparar para herir’ porque quieren evitar la muerte de sospechosos", prosigue McCoy. "Es una muy mala idea".
![Tensión en Ferguson]()
Los agentes reciben formación para hacer frente a situaciones en las que puede escalar la violencia.