El oficio de lustrabotas no es exclusivo para los hombres, las mujeres también lo ejercen, ese es el caso de dos mujeres que desde la adolescencia trabajan dando brillo a los zapatos.
Verónica Anchundia y Julia Narváez llegan muy temprano al negocio, ellas limpian el lugar para después colocar sobre el sillón metálico los cepillos, la pasta que da brillo, franelas y el banquito de madera.
Dicen que las buscan por su gran habilidad, junto a la Casa de la Cultura Núcleo Guayas, ubicada en el centro de Guayaquil.
Mientras coloca la tinta sobre los zapatos de un cliente, Verónica, explica que este oficio la llena de mucho orgullo, pues desde los 16 años da brillo al cuero. ''Yo empecé con un cajón y una silla en el Palacio de Justicia''.
Julia Narváez, en cambio recuerda que como el dinero que ganaban sus padres no alcazaba en casa, aprendió el oficio de las franelas y la tinta en su adolescencia. ''Este es el trabajo que nos día a día para sustentar a nuestros hijos''.
Las dos trabajadoras que no solo se conforman con ser lustrabotas: venden agua y caramelos en el mismo sitio. ''Para mí no hay feriado, ni un descanso, solo descanso cuando el cuerpo ya no me da'', sostuvo Narváez.
Las manos manchadas de tinta reciben los cincuenta centavos de cada cliente, con la esperanza de que no sea la última vez que vean esos zapatos.
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